miércoles, agosto 17, 2005

¡MARANATA: EL SEÑOR VIENE! - (Miércoles, 17 de Agosto)

La Santificación y el Santuario
EL SIGNIFICADO DE LA CONVERSIÓN

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Cor. 5: 17).

La vieja naturaleza, nacida de sangre y de voluntad de carne, no puede heredar el reino de Dios. Es necesario abandonar las sendas antiguas, las tendencias hereditarias, los viejos hábitos, pues la gracia no se hereda. El nuevo nacimiento consiste en tener nuevos motivos, gustos y tendencias. Los que han nacido a una vida nueva mediante el Espíritu Santo, son partícipes de la naturaleza divina y en todos sus hábitos y procedimientos dan testimonio de su relación con Cristo. Cuando los que se dicen cristianos conservan todos los defectos naturales de su carácter y disposición, ¿en qué se diferencia su situación de la de los mundanos? Los tales no aprecian la verdad como un elemento santificador, refinador. No han nacido de nuevo. . .

La verdadera conversión transforma las tendencias al mal hereditarias y cultivadas. La religión de Dios es un paño compacto integrado por innumerables fibras entretejidas con tacto y habilidad. Únicamente la sabiduría que proviene de Dios puede hacer perfecto ese tejido. Hay muchas clases de telas que al comienzo parecen finas, pero finalmente no pueden soportar la prueba. Se destiñen. Sus colores no son firmes. Se decoloran bajo el sol veraniego y se malogran. No pueden soportar el maltrato.

Lo mismo sucede con la religión de muchos. Cuando la trama y la urdimbre del carácter no soportan el embate de la prueba, significa que el material que lo compone es inservible. Los esfuerzos hechos para remendar la tela vieja con un trozo nuevo no mejoran la situación, pues el material viejo y endeble se desprende arrancado por el nuevo. Los remiendos no sirven. Lo único que se puede hacer es desechar la prenda vieja y conseguir una totalmente nueva.

El plan de Cristo es el único que ofrece seguridad. El Señor declara: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Apoc. 21: 5). "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (2 Cor. 5: 17). Una religión de remiendos no tiene el menor valor para Dios. El Señor demanda la entrega total del corazón.

Pero Jesús dio su vida en sacrificio por nosotros, ¿y no le rendiremos nuestros mejores afectos, nuestras más santas aspiraciones, nuestro servicio más pleno? 236