martes, agosto 16, 2005

¡MARANATA: EL SEÑOR VIENE! - (Lunes, 15 de Agosto)

La Santificación y el Santuario
NINGÚN MOTIVO PARA JACTARSE

Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. (Isa. 6: 5).

Los que experimenten la santificación de que habla la Biblia, manifestarán un espíritu de humildad. Como Moisés, contemplaron la terrible majestad de la santidad y se dan cuenta de su propia indignidad en contraste con la pureza y la alta perfección del Dios infinito.

El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. Llenó su larga vida del noble servicio que rindió a su Maestro. Era un hombre "muy amado" (Dan. 10: 11) en el cielo. Sin embargo, en lugar de prevalerse de su pureza y santidad, este profeta tan honrado de Dios se identificó con los mayores pecadores de Israel cuando intercedió cerca de Dios en favor de su pueblo: "¡No derramamos nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias, sino a causa de tus grandes compasiones" "He pecado, hemos obrado impíamente" (Dan. 9: 18, 15). . .

Cuando Job oyó la voz del Señor de entre el torbellino, exclamó: "Me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la ceniza" (Job 42: 6). Cuando Isaías contempló la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: "¡Santo, santo, santo es Jehová!" "¡Ay de mí, pues soy perdido!" (Isa. 6: 3, 5, VM). Después de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es dado al hombre expresar, Pablo habló de sí mismo como del "más pequeño de todos los santos" (2 Cor 12: 2-4; Efe. 3: 8). Y el amado Juan, el que había descansado en el pecho de Jesús y contemplado su gloria, fue el que cayó como muerto a los pies del ángel. (Apoc. 1: 17.)

No puede haber glorificación de sí mismo, ni arrogantes pretensiones de estar libres de pecado por parte de los que andan a la sombra de la cruz del Calvario. Harta cuenta se dan de que fueron sus pecados los que causaron la agonía del Hijo de Dios y destrozaron su corazón; y este pensamiento les inspira profunda humildad. Los que viven más cerca de Jesús son también los que mejor ven la fragilidad y culpabilidad de la humanidad, y su sola esperanza se cifra en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. 234